martes, 27 de mayo de 2008

Las Turas Etnografía Cultura Falcón Venezuela

Atlas Etnográfico del Estado Falcón-Venezuela.

Las Turas en Falcón- Venezuela:

reflexiones de tres investigadores y su

historia contada por los tureros

de la comunidad de San Pedro de Mapararí

José Millet

Pedro Eduardo Concepción

Ender Rodríguez

José de los Santos Castillo

Ángel Colina

Rodolfo Garcés

CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOCULTURALES

Coordinador: Lic. José Millet

2008

Presentación

Con el presente cuaderno iniciamos las publicaciones impresas resultantes del Atlas Etnográfico del Estado Falcón-Venezuela, en el que venimos trabajando desde mayo del 2007, a partir de convenios firmados con el Instituto Cubano de Antropología, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de la República Cuba, que brindó valiosas herramientas metodológicas, y con otras instituciones de la región, como la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) y la gerencia local del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). La invitación a involucrarse fue extendida a cuantas entidades realizan estudios en el Estado, incluidas la Fundación para el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, (FUNDACITE) y las misiones educativas. Como valor agregado a la utilidad de la producción de conocimientos, que es el objeto principal de la labor de nuestro Centro, llamamos la atención acerca de la perentoria necesidad de que las comunidades participen activamente en el proceso creador del Atlas, en razón de que son ellas, a un tiempo, el objeto principal y el sujeto protagonista de la construcción de su memoria colectiva y también de su recuperación, y las que están mejor preparadas para enfrentar los factores que actúan en su debilitamiento y deterioro.

El equipo de nuestro Centro de Investigaciones Socioculturales (CISC), integrado por los Asistentes a Promotores Culturales Eduardo Concepción y Oscar Lázaro, la TSU Enma Zavala, el folklorista Luis Cazorla y el TSU en turismo Enzio Provenzano, estos dos últimos del Departamento de Cultura Popular de nuestro INCUDEF, se ha aplicado desde entonces, paciente y laboriosamente, mediante eventuales investigaciones de campo y entrevistas, a manera de insomnes abejitas, a acopiar información y documentación relacionada con los bloques temáticos de que se compone la obra. A partir de sucesivos esquemas del Atlas, esa data ha sido alojada en uno de los ordenadores del CISC a la espera del servidor prometido desde el año pasado por el Centro de Informática de la Gobernación del Estado Falcón, donde quedará alojada definitivamente para que nos sirva del material imprescindible del que partiremos para seguir edificando esta obra, pionera en su tipo en el país. Esa data nos ha permitido preparar algunos materiales, que fueron entregados a la Fundación para Telecentros Educativos Comunitarios (FUNDATEC), organismo encargado de la producción de un multimedia y de su alojamiento en la web.

Partiendo de esta definición de que el Atlas es, en primer término, una base de datos, hemos ido echando mano a sus contenidos para publicar algunos materiales en internet (vid, por ejemplo, el sistema de blogs http://atlasetnograficodefalconvenezuela.blogspot.com, http://atlasetnogrficofalconvenezuela-mille.blogspot.com/ y www.aliprimerajosemillet.blogspot.com además de www.archivocubano.org y www.afrocubaweb.com). Simultáneamente, hemos ido construyendo dos de los primeros cuadernos para su ulterior impresión: uno relacionado con la vida de Alí Primera y, el otro, acerca de las celebraciones festivas, tanto de las tradicionales como de las populares.

Ahora, colocamos en manos del lector venezolano el presente cuaderno dedicado a Las Turas, una de las tradiciones culturales más trascendentales de cuantas tenemos el privilegio de contar en nuestra región. Nuestro llamado tuvo eco en algunos de los tureros, que se esforzaron por ofrecernos parte de su historia, de los personajes y los rasgos más sobresalientes de estas costumbres asociadas a la agricultura y a los espíritus que propician las buenas cosechas y los mejores frutos a estos sencillos campesinos de las comunidades tureras. Tenemos el privilegio, y también la dicha, de compartir con ellos esta primera entrega del Atlas, que espero abra la compuerta para que se publiquen las siguientes. Aprovechamos asimismo este pórtico para saludar al joven Ender Rodríguez, cuyas inquietudes intelectuales lo llevaron a estudiar este fenómeno de nuestra cosmología y espiritualidad venezolana, por lo que nos es grato colocar aquí algo de su producción relacionada con el tema.

No vean las presentes notas como una presentación formal a la serie de cuadernos que están brotando del Atlas y que marcarán un antes y un después en lo que respecta a los estudios etnográficos y etnológicos en Venezuela. La verdadera presentación la harán las comunidades, en cuya historia y tradición culturales ellos se sustentan, una vez hayan despertado para siempre y se dediquen a elaborarlos desde su perspectiva original y su óptica popular. Lo abrimos con Las Turas, porque en más de un aspecto es lo más simbólico de cuanto ha acontecido en la cultura en nuestra región: aquí están sus voces, las de quienes han mantenido y transmitido tanto sus contenidos como sus expresiones características, de generación en generación, hasta el presente. De su puño y letra trasladamos aquí su explicación e interpretación de este fenómeno de la espiritualidad que deberá ser tomado más seriamente en cuenta. Esas voces se unen a las nuestras, en calidad de estudiosos del hombre y de sus creaciones, como una convocatoria a lo que estamos a hacer juntos de aquí en adelante para alcanzar los objetivos y las metas que nos hemos propuesto. Es una medio con que queremos llamar la atención del destinatario al que van dirigidos nuestros esfuerzos.

Lic. José Millet,

Jefe del CISC

FIESTA: FECHA:

Popular-Tradicional Variada, generalmente: 23 y 24 de septiembre.

24 de junio o en cualquier otra fecha del año en que se solicite un

“son de turas”

LUGAR:

Municipios Federación y Unión del Estado Falcón.

Las Turas es una manifestación ancestral de carácter mágico-religiosa, que es practicada por los auto identificados descendientes del pueblo amerindio ayamán. Con ella se solicita a la naturaleza buenas cosechas y se le agradece por las ya recogidas. El territorio ayamán estaba conformado por las tierras que ahora ocupan los Municipios Federación y Unión, de la sierra falconiana y por el cerro de Moroturo y Siquisique, en el Municipio Urdaneta, región norte del Estado Lara. Tura es la mazorca de maíz en espiga, de la que están saliendo los granos. Tura es también la flauta que acompaña al rito y está hecha de carrizo. La Tura Macho tiene tres orificios y la Tura hembra dos orificios.

Las Turas se celebra en diferentes ocasiones. Puede ser cuando un agricultor hace una promesa y la paga con un son o danza de turas en su conuco, plantación o en su “patio”; o en las fechas establecidas en cada pueblo o comunidad turera. “Patio” llaman los tureros el sitio específico donde regularmente se monta el altar alrededor del cual “bailan” los sones de Turas. El altar consiste en una rústica construcción, de unos tres metros de alto, donde se entrecruzan ramas de plátano, palma, flores y varas de caña de azúcar. Al centro de este altar una o más cruces, a veces vestidas con coloridos papeles, otras veces desnudas; de madera o metal, pero siempre rodeadas de las ofrendas a los santos, espíritus y a la Madre Naturaleza y que consiste en frutos de las cosechas, como tomates, naranjas, yucas, granos, aguacates, piñas, parchas y otras. También cesterías y taparas en diferentes formas. Por supuesto no falta la “chicha”, que es preparación exclusiva de la Reina y las bebidas espirituosas con las que se rocían las gargantas y el altar; generalmente, cocuy de penca.

Las Turas se presenta en dos formas: Tura grande y Tura pequeña. La Tura grande es de carácter privado y se celebra en lugares secretos por los descendientes ayamanes. La Tura pequeña, de carácter público, se celebra durante toda la noche, en los “patios de turas”.

Las Turas presentan una jerarquía conformada de la siguiente manera: El Capataz, El Mayordomo o Shamán, La Reina, los tureros, cacheros y danzantes. Cada quien tiene una labor específica dentro del ritual. La Reina, por ejemplo, es la encargada de preparar la chicha y/o la mazamorra de maíz, así como el hervido o sancocho; ayuda en la construcción del altar, enciende las velas que alumbran la cruz del altar, brinda ante el árbol de la basura y lava los utensilios empleados en el rituaL. El Capataz, quien junto a la Reina es elegido por los espíritus de la naturaleza, entre otras funciones coordina la dirección de la danza; ya sea en sentido de las agujas del reloj, ya sea en contra; dirige las plegarias a los espíritus y a los santos, entre son y son. Los tureros, (generalmente son hombres, a excepción de Las Turas de Los Cañitos, en el Municipio Unión, donde también “turean” mujeres) que danzan alrededor del altar, en un sentido y en otro y que ejecutan las turas, los cachos, las maracas y las taparas; y finalmente las danzantes por fuera, generalmente mujeres, aunque también lo hacen unos pocos hombres, quienes agarradas (os) por la cintura marcan acompasadamente tres pasos hacia delante y tres hacia atrás, dándole vueltas al altar. Algunos tureros nos informan que los tres pasos hacia delante significan “que las cosechas sean abundantes” y los tres hacia atrás “la solicitud o pedido por una lluvia copiosa”.

José de Los Santos Castillo y Ángel Colina, tureros de San Pedro de Mapararí, nos dicen que los instrumentos que se usan en el rito de Las Turas son: Turas macho, de tres agujeros y Turas hembra, de dos y que son flautas hechas de carrizo. Los Cachos, que son el frontal o frente del venado, o matacán, se dividen en: Cacho grande, que agujereado apropiadamente, da un sonido grave. El Cacho mediano, hace el dúo al grande y el Cacho pequeño, “que representa el son que se está tocando”. Las maracas, con pequeños agujeros en la tapara, rellenas con capachos y pedacitos de zinc y las taparas, a las que se sopla por un agujero y dan su sonido particular

Según José de Los Santos Castillo, Las Turas constan de siete (7) sones: La Paloma, que significa respeto y agradecimiento a los espíritus de la naturaleza y a los ancestros. El Gonzalito: En este son, el ave llama a los animales de caza a las aguas vivas, para que se manifiesten como espíritus. El Sapito: Son que representa a la lluvia y a los ojos de agua viva. El Cucurucú: Son que representa a los difuntos. La Guacharaca: Representa este son a la montaña y a los cazadores. El Son de El Venado: Este son es para agradecer la comida del día de la fiesta donde se den sones de Turas y por último el Son de La Hormiga: que es para pasarla bien, convivir, que no haya pelea ni disgustos en las noches que se dancen sones de Turas.

LAS TURAS/ Autor: EDUARDO CONCEPCIÓN

CRÓNICA

Muchos podrían ser los motivos para visitar esa gran región del sur del Estado Falcón, en sus municipios Federación (capital Churuguara) y Unión (capital Santa Cruz de Bucaral), limítrofes con el Municipio Urdaneta de la parte norte del Estado Lara. Uno de esos motivos significaría adentrarse en territorio de los descendientes de los aborígenes “Ayamanes”, para ver y vivir una experiencia mágico-religiosa única en el mundo: Las Turas.

Las Turas es la ceremonia mediante la cual el pueblo Ayamán agradece a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza, por las buenas cosechas recogidas y por recoger. Esta ceremonia es llevada a cabo por “Los Tureros”, especie de cofradía con una sencilla jerarquía que comanda “El Capataz” y a quien le sigue “La Reina” y a ésta los Tureros: músicos-danzantes; y que termina con las “danzantes” o bailadoras.

Intentaré narrar entonces la experiencia vivida en “La Duquesa”, pequeña finca cercana al caserío Los Cañitos, a 20 minutos, más o menos, de Santa Cruz de Bucaral; en plena sierra falconiana. Llegamos, Oscar Lázaro y yo, Eduardo Concepción; promotores del Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, a dicha finca el día 23 de septiembre de 2006, víspera del día de la Virgen de Las Mercedes. Esa fecha, el 24, es el “Día de Las Turas” y es, como muchas otras, una imposición de la iglesia católica que derivó en el sincretismo cultural, de celebrar Las Turas ese día. A poco más de las 2 p.m. ya estaba armado “El Altar”: enramada de unos tres metros de alto, formada con ramas de palmas y plátano, además de varas gigantes de caña de azúcar. Tres cruces forradas de papel colorido en el centro geométrico del altar y a sus pies, un busto de Juana Vásquez, mítica Reina de Las Turas desde 1932 hasta 2002, cuando fallece (de 130 años de edad, según sostiene su familia), y pasa desde entonces el reinado a su hija: Críspula Vásquez.

Rodean también el altar las ofrendas traídas por los lugareños que consistían en los más lindos frutos de sus conucos: tomates, caraotas (llamadas por aquí “piras”), ajo-porro, cebollín, limones, maíz, yucas, papas, cambur, plátanos, lechosas, parchas, aguacates, naranjas, piñas. También productos como la “Chicha de maíz”, preparación exclusiva de La Reina, no pudiendo faltar las bebidas espirituosas, como el “Cocuy de Penca”, de altísima calidad. Además, variados trabajos de cestería y envases de tapara de diferentes formas y tamaños.

Comenzó el Capataz invocando a las más variadas figuras del santoral católico, así como a los espíritus que acompañan a la Madre Naturaleza. Rociando el Altar con cocuy y ron, comenzó a danzar, y con él los Tureros, al ritmo de “turas macho” de tres agujeros y “hembra” de dos ejecutadas por ellos mismos (“turas” se llama también a esas flautas hechas de carrizo); y los “cachos”: hechos con el frontal de la cabeza de venado o “matacán”, al tiempo que con la otra mano sacudían rítmicamente una maraca. El son consiste en danzar alrededor del altar en una dirección, para recorrerla luego en dirección contraria a la señal o grito del capataz, jefe indiscutido del baile; mientras La Reina, impertérrita y en una esquina del altar, observaba en posición de firme a los danzantes, dar vuelta tras vuelta al mismo. Al mismo tiempo, tureras danzan abrazando por la cintura a quien se coloque a su derecha y a su izquierda, marcando tres pasos adelante y tres atrás, imitando voces de diversos animales.

Largo rato después, el Capataz detiene el baile. Oraciones, rezos, invocaciones y vivas a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza anteceden a un pequeño y merecido descanso, para dejar asentarse el polvo y refrescarse merecidamente la garganta.

Así, entre “sones de Turas” y descansos, continuó la mágica ceremonia toda la madrugada hasta las 6 de la mañana. A esa hora, al mando del Capataz José “Cheo” Caldera, y de la Reina, Críspula Vásquez; comienzan los presentes a desarmar el altar. Luego, en procesión, nos dirigimos a llevar parte de las ofrendas al “árbol de la basura” o “basurero”, que no es tal, sólo así llamado; donde se depositan los frutos y que en el caso de “La Duquesa” es un “higuerón”, árbol impresionante por su belleza y tamaño, de más de 70 años de edad. Allí, nuevamente oraciones, rezos, vivas e invocaciones a santos, espíritus y a la Madre Naturaleza; velas encendidas, tabacos y agradecimiento por las buenas cosechas y por la lluvia regeneradora.

Volvemos alegres y con una inmensa paz en el corazón. Sentimos la presencia avasallante de la naturaleza en la majestuosidad del Higuerón, en los verdes y extensos campos y en las increíblemente bellas montañas de la Sierra de Falcón. Pero también sentimos esa paz incrustada en el alma por la comunión con la naturaleza de estos compatriotas que no la contaminan, que la respetan y que interactúan con ella, obteniendo sus más variados frutos. Así son Las Turas…

LAS TURAS EN VENEZUELA: SU VERDADERO Y PROFUNDO SENTIDO ANCESTRAL / Autor: JOSE MILLET

Lamento que se sigan arrollando tradiciones ancestrales que nos remiten al pasado más remoto de la Humanidad por dos impulsos cada uno de los cuales más dañino: por un lado, debido a la ignorancia y, por el otro, a la ligereza al tratar asuntos de extremo cuidado relacionados con la sensibilidad de un pueblo. Por lo primero, se han asumido afirmaciones que todos repiten sin la más elemental pausa en la serena reflexión y a la comprobación de lo que la mayoría de la gente afirma mecánicamente. La primera de ellas es la que vemos en obras recientes de respetables organismos oficiales como los encomiables catálogos del IPC, al afirmar que Las Turas son o consisten en un baile o en un ritual. En el caso de Las Turas, que nos ocupa, estamos en presencia de fragmentos de un todo que no deja ver su fondo, los cuales, en efecto, están dotados de movimientos y de una dinámica que nos remiten a procesos simbólicos o a sistemas culturales lamentablemente desaparecidos o en vías de ocaso, de los que tenemos la suerte de contar en nuestro país con firmes exponentes, tanto humanos como espirituales, que nos permiten presumir su fortaleza y trascendencia en muchos y complejos sentidos. La segunda es referirla a los instrumentos musicales de los que se valen los tureros o miembros de estas comunidades para “interpretar” la música conque se acompañan los movimientos colectivos danzados que, en ocasiones, son ejecutados en parte de sus festividades: algunos distinguidos investigadores, como nuestro coterráneo Luis Arturo Domínguez, se lo atribuye a las flautas de carrizo o de bambú y otros, a la de maíz.

¿Qué son Las Turas realmente? Todo, menos un baile y mucho menos un rito: en todo caso y, en primerísimo lugar, es la evidencia de un discurso simbólico, algo fragmentado, aunque uno de los más ricos, complejos y diversos de cuantos forman parte del mosaico de culturas originales que existían aquí y que se pusieron en contacto e intercambiaron entre sí en nuestras tierras “americanas”, mucho antes de la invasión del conquistador europeo que terminó por dominar a los pueblos nativos que las habitaban a su llegada. En segundo término, las turas son parte visible del resultado del proceso acarreado por la colonización foránea que, querámoslo o no admitir, trajo el etnocidio y el genocidio de los aborígenes, pero a su vez la transculturación que hoy podemos apreciar en infinitos ámbitos de nuestra sociedad y cultura.

Tampoco las turas son la manifestación de agradecimiento y bendición de las cosechas anuales obtenidas por los tureros que son, en su mayoría, ciertamente campesinos o cultivadores, pero algo más que simples labriegos. Del mismo modo se toma la parte por el todo cuando se identifica la palabra tura con maíz, porque con ello seguimos manejándonos en la pura exterioridad del fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador. Las turas engloban todo el espacio cósmicamente concebido e imaginable, en el que están en primer plano los seres vivos: el hombre, las plantas y los animales, y, asimismo, con igual o mayor peso determinante a las fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza, invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su creación y reproducción encima de este planeta que denominamos Tierra. No es a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual.

La comunidad turera de San Pedro de Mapararí.-

Las entrevistas que le hiciéramos, a partir del año 2006, a Ángel Colina y José Castillo, dos de los directivos principales de Las Turas, perteneciente a la comunidad San Pedro de Mapararí, nos han proporcionado una valiosa información que transcribimos a continuación, acompañada de algunos comentarios.

El 5 de enero de 2004, se legaliza la Fundación que lleva el nombre de José Cecilio Salas, fallecido en 1977, y considerado uno de los capataces que mantuvo durante largo tiempo esta tradición indígena, que ellos asocian a las comunidades étnicas de origen ayamán. Al final, al pie de página, colocaremos la relación de sus miembros fundadores, aportada en las entrevistas y que ha sido avalada por varios miembros de la propia comunidad durante algunas de nuestras numerosas visitas a San Pedro*.

Cuando les preguntamos quiénes fueron los primeros capataces, nombraron al mencionado Cecilio Salas, fallecido en 1977 y a Rodolfo Garcés, su actual capataz, e identificaron como sus reinas más antiguas a Engracia de Yugurí, fallecida a los 78 años, y a Marcelina Antequera, quien aún ejerce esta función.

En cuanto a la “composición organológica” o conjunto de instrumentos musicales empleados, resulta de mucho interés la relación de los instrumentos que identifican como los propios de Las Turas, a los que se asocian los siguientes nombres de quienes los ejecutan:

-Flauta Tura Macho: Hipólito Casiano Castillo

-Flauta Tura Hembra: Rodolfo Garcés

-Cacho Mayor: Rafael Molleda

-Cacho Menor: Martín Garcés

-Cacho Mediano: Ángel Colina

-Cacho Pequeño: Simón Castillo, Enrique Castillo

-Maracas: José Castillo, Yovanny Colina

Las turas es vista por el común del venezolano como un “baile”, en tanto se producen numerosos movimientos coreográficos realizados al compás característico de los instrumentos musicales que acompañan a estas celebraciones. A continuación figuran los nombres de los danzantes de esta comunidad: Laudelina Castillo de Garcés, Elicia Castillo, Paula Garcés, Lourdes Antequera, Flora Robertis, Carla Antequera, Morelis Antequera, Emérita Colina, Elita Mora, Dominga Garcés y Adelaida Mora

Calendario de las celebraciones tureras.-

Al año, pautan dos fechas para la realización de Las Turas: la primera, el 29 de junio, por motivo de la celebración católica de San Pedro y ocasión en que precisamente esta comunidad se ha esforzado por hacerse de un espacio de encuentro entre las comunidades de los Estados Falcón, Lara y Portuguesa; donde se ha mantenido viva esta raíz aborigen venezolana. A este espacio lo denominan Día de la Fraternidad Turera, por cuanto se caracteriza como un compartir entre hermanos, ideas y experiencias dirigidas al fortalecimiento de estas tradiciones. La segunda, el 23 y 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de las Mercedes”. Nos llamó la atención que se agregue una tercera fecha, el 07 de Abril, como “Día del aborigen Ayamán”. En ésta comunidad resulta significativa la voluntad de un porcentaje elevado de sus miembros de reivindicar su raíz ancestral, definiendo claramente que esta comunidad proviene de los grupos étnicos ayamanes.

Comunidad Turera.

Las Turas es una festividad agrícola en que se invocan las fuerzas reproductoras de la naturaleza para que propicien que la tierra sea fertilizada: que acepte la semilla en su seno mediante una cópula. Esta intervención garantiza la siembra. Se produce en el período de equinoccio de primavera, en marzo, cuando las condiciones climatológicas son favorables a la actividad agrícola y durante el equinoccio de otoño, en el mes de septiembre. ¿A quién se le rinde culto? ¿A esas fuerzas propiciatorias de la fertilidad y a la propia tierra? Al todo: a las fuerzas que se apropian de los miembros de la comunidad humana, a los animales y plantas, permitiendo que se conviertan en un sujeto colectivo, sin olvidarse de los espíritus ancestrales ni de los muertos; representados respectivamente por las flautas de carrizo, maracas y los cachos de venado.

Estas celebraciones coinciden con las épocas demarcadas por el cambio de las estaciones: en mayo, cuando la primavera rompe con el período de las lluvias, la unión de la pareja formada por el Capataz y La Reina de Las Turas, significa la cópula que derrama el semen que alentará a la tierra a recibir en su seno la semilla. Este “matrimonio espiritual” tiene el simbolismo del cielo eterno de la regeneración de la naturaleza, no regido por las leyes de los hombres.

La segunda época evoca la muerte: la naturaleza del verdor, de la fronda, la caída de las hojas y el anuncio del frío, o si, de la humedad. Los frutos cosechados deberán ser almacenados para conservarlos y usarlos en caso de que sobrevenga una temporada inclemente. Aun cuando en Venezuela no exista la sucesión indicada de las estaciones, igual el ciclo de las lluvias pone la pauta. Salvo condiciones climáticas no habituales, los ciclos lluvioso y secos pueden tomarse como regulares, y por tanto, referentes bastante seguros.

En los eventos realizados durante esta celebración se manifiesta todo un simbolismo. La marcha india de los tureros atraviesa los campos donde viven y se dirige directamente a la fuente de agua: exactamente al ojo de agua, de donde nace la vida. Se atraviesa la poza y se adentra en el fondo de una cueva donde viven los espíritus, justo en “el nacimiento”. Se les reconoce así como indispensables dadores de dones esenciales, por cuanto si no existiesen o no dejaran que de su seno fluyese el líquido vital, ¿podríamos hablar acaso de agricultura?

La siguiente estación permite la comunicación con los espíritus que moran en la corteza terrestre. Activadas las mencionadas entidades acuáticas, se procederá a “despertar” a la madre tierra, empleando los procedimientos acostumbrados de las turas: ensalmes, invocaciones y cantos, acompañados de sones de flautas de carrizo y de cachos. La convocatoria a los poderes ocultos, también alcanza a los insomnes gigantes que descansan, de pie, encima de la superficie sólida: el círculo de los tureros se desplaza alrededor de un árbol acompañado de su música y de los característicos movimientos corporales. Es la función exacta de las flautas: avisar al oído de las plantas, mediante el estremecimiento de su sonido, que debe activarse su capacidad reproductiva, el flujo de la savia, su ascenso a los gajos y fronda.

Los cachos de venado, apartan la voz de lo opuesto, del polo negativo a la vida, de la muerte. En un recordatorio con la puesta del juego de los contrarios que conviven en un mismo plano, escenario y tiempo. En definitiva, es lo que motoriza la existencia al recordar lo que acontece permanentemente. Se invocan también con ellos al reino animal: No hay nada de macabro en los sones alusivos a aves conocidas en sones donde interviene esa calavera astada. Creo que adicionalmente debe indagarse en el llamado a una arista de agresividad representado por los pájaros invocados, a la lidia, y caracteriza a estos inquietos y bulliciosos animales.

El mencionado simbolismo remite a un sistema de círculos concéntricos que parte de la fuente hídrica-el enigmático ojo de agua-, se traslada a la parte sólida contigua a la poza y la cueva, donde moran otros espíritus arbóreos y de la fauna, hasta desplazarse a un destino final: el de los seres humanos. Pero, que no se nos escape la definición del espacio inicial, como aquel sin fronteras entre los estados de la materia, sino entrelazándose, interponiéndose e interactuando, lo que mora en el agua, la tierra y el aire.

¿Qué aporta? ¿Cuál es la función y el sentido del traslado de los tureros, desde el espacio en que se produce o tiene lugar el encuentro de esos tres importantes elementos a otro espacio, en este caso habitado por otros seres humanos? Integrarlos en el “todo” de la naturaleza para que puedan funcionar en él como se quiere, a fin de alcanzar todas las metas propuestas, tanto a las fuerzas de la naturaleza convocadas, como las otras que puedan aportar otras criaturas del reino, en donde viven, fluyen o interactúan otros espíritus, por ejemplo, los de sus ancestros. De ahí que lleven la relación detallada de cuanto aconteció en el pasado, y lo traigan al presente como para rendirles pleitesía.

También en el interior de la organización humana acuden y fluyen diferentes tipos de energía, dado por muchos elementos y eventos que allí tienen lugar. Disponen de los frutos de la cosecha y los procesan para distribuirlos en determinados momento de la fiesta. Sólo al saber que el dominio del fuego los sitúa por encima de otras especies de su propio reino. Este último elemento nos permite adelantar algunas ideas que permitirán darle la ubicación aproximada y función que este postrer espacio tiene.

El movimiento del sistema de círculos concéntricos se detiene en un espacio abierto, en el patio o “Patio de Las Turas”, restrictivamente hablando. Nuevamente estamos en presencia de otro espacio sagrado: en su centro una cruz, con los diversos sentidos que ella tiene, en su relación con el corte de los espacios y su asociación con la muerte, alrededor de ella, los frutos de la cosecha, obtenidos normalmente en el conuco local. Entre los frutos mostrados destaca el maíz, en este caso la planta-dios que se ha sacrificado- para que su cuerpo y su espíritu sean compartidos por cada uno de los tureros. El acto de consumo en colectivo cerrado y unido, el tótem del que nacimos, es sólo un episodio de ese movimiento rítmico y acompasado, y nos esforzamos por aprender.

La cruz como referente de la religión judeo-cristiana, nada tiene que ver con los grupos y comunidades étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron en el mundo antes de la existencia de Cristo. Pero su ubicación en el “patio turero” es una clara remisión al carácter social al que hemos arribado en esta tercera “estación”. No se trata de un espacio más, de los existentes en estos vastos ámbitos rurales, sino de uno marcado por un tipo de organización social específica: la humana.

* La “Fundación Cultural José Cecilio Salas” tuvo como fundadores a los siguientes tureros: Ángel Custodio Colina, José de Los Santos Castillo, Nelson Antonio Matute, Carlita Coromoto Antequera, Lisandro Rafael Antequera, Eddie Santos Páez, Rafael Ramón Rivero, Rafael Simón Chirino, María Lourdes Antequera, Marcelina del Carmen Antequera, Morelis del Carmen Antequera, Rafael José Molleda, Cecilio Antonio Castillo, Alida María Chirino, Martín Ramón Garcés, Salvador Vásquez, Dominga Ramona Garcés, Aureliana del Carmen Hernández, Carmen Lucía Acosta, Emérita Colina de Martínez, Adelaida del Carmen Mora, Elita Ramona Mora, Gloria Josefina Rivero, Clan Antonio Rivero, Paulita Chirino, Flora Robertiz, José Luis Garcés, Yolanda Antequera..

Mito de las Turas

“El arte de las turas viene de otra época, de un lugar que sólo conocen los indios. Los Pire, viejos indígenas de esta tierra…estaban una vez en un patio reunidos danzando diariamente como para ir a cazar y comunicarse con los animales, las plantas y los buenos espíritus; hacían movimientos que parecían el movimiento de la vida. De unos instrumentos hechos con semillas, taparas y cachos de venado sacaban sonidos que imitaban el canto de los pájaros, los vientos, los truenos y la lluvia.

En ese momento de la danza, se acercó la Virgen María con el niño en brazos, escapando de los que querrían matar a las criaturas nacidas en esas tierras y al ver una ronda de personas en un patio a lo lejos, se aproximó y se escondió entre los hombres y mujeres mientras que pasaban los guardias perseguidores. La virgen metió al niño entre su pecho y se tapó con las manos mientras veía como se acercaban también los guardias hasta llegar casi al frente de ella y devolverse confundiéndola con los danzantes. Ella se fijó en el rito que hacían y dijo:

¡Qué tura mala esta que bailan aquí!

Entonces, el niño miró a su madre y dijo:

¡Qué tura buena, bonita y sagrada porque me salvó de la muerte!

Después de cuatrocientos años, los tureros siguieron danzando en el Cerro Colorado y en muchos pueblos más. De ahí en adelante, se siguió bailando en San Pedro de la Sierra de Falcón y en todo el territorio Ayamán para agradecer las bondades de la tierra, de las montañas y de los espíritus protectores que santifican todos los campos y todas las aldeas”.

Fuente: Casiano Castillo, Turero de San Pedro

Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.

Mito de las turas II

“Hace muchísimos años, los indios antiguos inventaron la danza de las turas, danza del maíz, de la vida misma. Tocaban y bailaban, estos ancianos sabios, sacando sonidos a partir de piedras huecas, inventando y descubriendo música secreta y mágica. Cuando llegó Cristóbal Colón a estas tierras, los indígenas tenían su propia fe y su propia religión. Colón para doblegar y dominar a los aborígenes, sacó una flauta y la tocó, y así fue atrayendo a las tribus hacia sus propios intereses en esas tierras. A los indios les pareció muy curiosa la flauta y el sonido que este hombre hacía salir de ella. Entonces, los ancianos inventaron sus propias flautas de carrizo y lograron sacar sonidos que parecían ser cantos de pájaros, música de la naturaleza y les hicieron dos y tres huecos a las flautas para llamarlas tura hembra y macho. Una vez, quedó atrapado un venado en una horqueta por sus cachos y nadie pudo sacarle. Al tiempo de morir el animal y quedar su carama ya seca, colgando de la horqueta, el viento rozaba y hacía sonar al cacho como si el espíritu de la madre naturaleza hiciera música sagrada y cantara para enseñar a los indios algo más sobre las turas. De ahí en adelante, el sonido del cacho sellado en unas partes con cera de abeja, representaba el sonido del viento y del trueno. Igualmente, las taparas al secarse y ser golpeadas con algo, parecían crear otro sonido como el golpe que hacía el agua al caer a la tierra en tiempo de lluvias. Los indígenas con semillas de capacho rellenaron las taparas e hicieron maracas y al juntar todos los instrumentos, las turas se convertían en música salida del espíritu de los dioses y se danzada para agradecer todos los beneficios de las buenas cosechas, del agua de lluvia y de la vida abundante para los pueblos ayamanes”.

Fuente: Ángel Colina, Turero de San Pedro.

Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.

La siguiente es una reseña escrita por los miembros de la comunidad de San Pedro, ubicada en la parroquia Mapararí del Municipio Federación. La hicieron con absoluta libertad en su territorio para ser incluida en el Atlas Etnográfico del Estado Falcón que lleva adelante nuestro Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, Venezuela. La publicamos textualmente, sin apenas hacerle ninguna corrección o cambio.

Lic. José Millet

Coro, 09.05.2008

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SAN PEDRO DE MAPARARÍ CUENTA SU HISTORIA

Por los autores, tureros de esta comunidad

RESEÑA HISTÓRICA DEL PRIMER EVENTO DE LA FRATERNIDAD TURERA EN SAN PEDRO DE MAPARARÍ.

“En el 1.992 surge una idea del profesor José Chirinos de hacer un encuentro de tureros en nuestra comunidad turera. Este primer encuentro se inició el 28, 29 y 30 días de San Pedro y San Pablo, donde asistieron tureros de El Tigre, El Jusal, La Duquesa, San Tacnus, el Río Mapararí.

En este evento se integraron para que se realizara José Chirinos, como principal, Carmen Olivet, Samuel Bermúdez, Roselina Leal, Ender Rodríguez y esposa Flora Robertis, Simón Castillo, Ángel Colina y Tarcisio Gauna.

De este evento salió la donación del patio cedido por Servando Cordero, ganadero, dueño de la hacienda La Garza. Desde allí hasta la actualidad nos hemos independizado, y de allí arranca la base fundamental de La Casa de los Tureros; esta casa lleva el nombre de Casa de las Turas “José Cecilio Salas”. También salen de este encuentro los beneficios que los tureros no tenían, por ejemplo, la ayuda para los viejitos tureros, construcción de la casa de los tureros, mejoras del patio de turas, y otros”.

RESEÑA HISTÓRICA DE LA DANZANTE MAYOR Y SUS CAPATACES

“Audelina Castillo de Garcés, hija de José Cecilio Salas y su mamá María Dionisia Castillo. Con una edad ya de 90 años. Se destacó como danzante en las turas desde muy niña. A los 12 años andaba en los patios de tura con su mamá. Audelina fue y es danzante mayor por ser la hija mayor de Cecilio Salas. Al frente de las turas tiene un aproximado de 78 años como danzante, animadora y ser capataz”.

RESEÑA HISTÓRICA DE ELICIA DEL ROSARIO CASTILLO

Elicia, hija de José Cecilio Salas, su mamá María Dionisia Castillo. Elicia tiene 68 años, empezó a andar en los patios de turas a los 10 años, tiene 58 años al frente de las turas.

Como danzante en su historia cuenta que cuando la Virgen María andaba huyendo de los fariseos que mataban a los niños, una vez los encontró y ella vio que estaban tocando las turas; y para esconderse de ellos se metió en medio de los tureros, llegaron los fariseos y dijeron: vámonos, estos son unos locos. No la vieron y la virgen bendijo en ese momento las turas. VERSIÓN DE ELISIA GARCES.

HISTORIA Y RESEÑA DE PAULA GARCÉS

“Paula, hija de José Cecilio Salas, su mamá Pastora Garcés. Tiene una edad aproximada de 72 años. En las turas empieza a los 10 años y tiene danzando al frente de las turas 62 años.

Paula nos cuenta que en todos los patios de turas se mantenía una cadena de plantas medicinales, animales guindados en el palacio: un cachicamo, el primer animal de las turas, aguardiente o guarapo, fuente de caña, chicha, fuente de carne de venado, marrano é monte, mazamorra y muchos jugos. El respeto sobre todo. La orden era del capataz y el mayordomo”.

VERSIÓN DE PAULA GARCÉS

RESEÑA HISTÓRICA DE ANGEL COLINA

En Las Turas

“Yo, Angel C. Colina Castillo, nací un 16 de junio del año 1959. Fui promovido en las turas en a los 9 años de edad. Bautizado en el año 73 en el patio de El Jagüey en los terrenos del Capataz mayor José Cecilio Salas…como Tureros Mayores Rodolfo Garcés, Hipólito Caciano Castillo. De allá hasta la actualidad me he venido destacando en las turas como tocador de todos los instrumentos de las turas…como fundador del primer grupo de tureritos, entre ellos está ahorita el turero José Castillo, Juvenal Castillo, Gregorio Hernández, Alexio Mora, Jesús Mora, Erico Marrufo, entre otros. Instructor de la Resistencia Indígena Ayamán, fundador de la Fundación José Cecilio Salas”.

SAN PEDRO, 06 04 08.

PEQUEÑA RESEÑA HISTÓRICA NARRADA POR TARCISIO A. GAUNA

“Tarcisio A. Gauna, 58 años de edad, natural y residenciado en este duro caserío, fue habitado por primera vez por los señores Cecilio Salas y José Salas, siendo éste último el primero en llegar a asentarse en un fundo que le puso San Lorenzo; historia que conozco por versión del señor Cecilio Salas en el año 1976, ya fallecido.

También me contó sobre las turas y me dijo que estando muy pequeño se hizo turero en el patio de Monche Morles y Sixto Morillo, ubicado en un sector de nombre El Zulia. Hizo un patio en el nacimiento, al cual le puso el nombre de San Pedrito, del cual era devoto. Habiendo sido bautizado como Capataz de Las Turas por Sixto y Monche en los años 90 de 1800.

Belarmino Vásquez lo invita para que lo toque unos sones de tura en Mapararí, para pagar una promesa a la Virgen de Las Mercedes, quedando de acuerdo en tocarle todos los 24 de Septiembre.

Una vez fallecido toma el mando como Capataz él, su hijo Rodolfo Garcés como Sub-capataz Casiano Castillo los cuales se mantienen.

Las Turas es un ritual que se toca para rendir tributo a los espíritus benditos para que llueva y se den las cosechas, y promesas a petición de quien se haya comprometido. Se hacían juegos dentro del baile, la gallina, el zorro, el venado, matrimonios, el perro, el cazador, y otros.

Del 21 al 29 de Mayo se celebra al Día de Santa Rita, se le toca Las Turas. Dicha virgen la trajo Juana Carrasco, proveniente de La Peñita.

La primera formación de niños tureritos fue por el señor Ángel Colina. Hizo un grupo con los niños José Gregorio, Danny Antequera, Darwin Gauna, José Garcés, Pedro Antequera, Miguel Leal y otros, como Reina Audelina Garcés, esta formación se mantiene.

Las Reinas de Las Turas: la primera Pragedes Chirinos (Siglo XVIII), la segunda Ingracia de Yugurí (Siglo XIX), la tercera y hasta el presente Graciela Antequera”.

RESEÑA HISTÓRICA DE LAS TURAS.

“Una de las vivencias donde se observa de manera concreta nuestra cultura prehispánica es el ritual aborigen o Danza de Las Turas (Danza del Maíz y de Vida), de carácter folclórico en homenaje a los dioses de la cosecha y en honor al santo San Pedro, celebrado dos días, 29 y 30 de Junio de cada año en la comunidad de San Pedro, Parroquia Mapararí, Municipio Autónomo Federación.

Con la flauta de carrizo inventada por los indios Ayamanes y mantenida hasta la actualidad, con ellas imitamos el canto de los pájaros, con los cachos de venado cubiertos con cera negra de vallude o de arigua; representa el sonido de los vientos y los truenos. Los trocones o tapara con semillas de capacho y maracas; representan las lluvias. Al juntar símbolos las turas originan el sonido de los espíritus de la naturaleza para darles gracias y bendiciones a los pueblos indígenas ayamanes”.

RESEÑA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS

La Fundación fue fundada en 1.997, y se registró en el año 2004 bajo el Nro. 37, folios 186 al 189. Esta fundación lleva el nombre de José Cecilio Salas. Este protagonista fue el descendiente, el primer Capataz en la década de los años 30 hasta el año 1976.

José Cecilio Salas fue el fundador de San Pedro, fue quien por primera vez llegó a estas montañas vírgenes, acompañado de un tío de nombre Maximiliano Salas, trayendo con él la estampa del Santo San Pedro y sus instrumentos de las turas. El nombre de San Pedro fue por el santo, regalo que le hizo el padre Rivero en Churuguara”.

RESEÑA HISTÓRICA DE LOS FUNDADORES DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS

“En el año 97, yo, Ángel Colina me propuse fundar esta fundación dándole el nombre de José Cecilio Salas, por ser el fundador padre de todos los tureros, abuelo de los descendientes.

El propósito de esta fundación fue para defendernos un poco de los “manipulistas” y así defenderlos un poco, reclamando nuestros derechos, ya que nuestras costumbres y tradiciones ayamanes hemos mantenido 500 y tantos años atrás, sin desmayar.

En la fundación y al frente están Ángel Colina Castillo, como Coordinador General (7.498.174), José de los Santos Castillo, como Coordinador de Eventos (13.269.051), Flora Robertis como Secretaria de Finanzas (3.097.667), Paulita Chirinos, como Coordinadora de Proyectos (18.480.025), José Luis Garcés, como Secretario (18.605.103) y Yolanda Antequera, como Asesor (14.733.141)”.

RESEÑA HISTÓRICA DEL CAPATAZ RODOLFO GARCÉS

“En el año 77 tomó el mando como Capataz el señor Rodolfo Garcés. Tiene un tiempo limitado en Las Turas, de una edad comprendida de 73 años al frente de esta tradición indígena. Cuenta con 86 años de edad, como capataz o al frente de los tureros tiene 32 años. Rodolfo Garcés como capataz se encarga del respeto en el patio de las ceremonias y sahumerio de hojas de la montaña, llevar las plantas medicinales, llevar las reliquias en el patio, entre otros”.

RESEÑA DE HIPÓLITO CASIANO CASTILLO

“Hipólito Casiano Castillo lleva en las turas un tiempo al frente de esta tradición, desde muy niño. Cuenta que ellos hacían turitas de tártago o de hojas de lechosa. Esa fue su inspiración en las turas y fueron amaestrados por los piaches de Monche Morles.

Castillo cuenta ahorita con 80 años. Tiene en las turas como turero Mayor y Chamán 71 años. Su comienzo fue aproximadamente a los 9 o 10 años. Es hijo de José Cecilio Salas y María Narcisa Castillo”.